Lavanda, Velas y un Marlboro

25.11.2019

La memoria es algo que muchas veces no podemos controlar, muchas veces tratamos sin éxito de recordar fechas, rostros, situaciones, pero a veces pareciera que tuvieran una especie de código encriptado, que no nos deja acceder al archivo del cerebro, con la información que necesitamos, pero también pasan cosas extrañas cuando vemos imágenes, objetos, colores, olores, pareciera como que estos elementos fueran la contraseña que nos transportan a un lugar o un momento donde vivimos algunas de las mejores experiencias de vida y otras tantas donde vivimos cosas que preferimos olvidar para siempre.

Pero ayer paseando por una feria itinerante artesanal, donde los comerciantes en su gran mayoría venden productos hechos por sus manos, en ese momento percibí un aroma que no es muy fácil de describir, porque para mí hasta ese momento, era irrepetible y único, sentí el aroma de mi Mamita.

Me transporte de inmediato a mi adolescencia y muy específicamente al momento cuando mi mamita (esa era la forma como yo llamaba a mi abuela) me pidió que la acompañara a la feria a comprar verduras, pero en esa época yo estaba de novio y había quedado de juntarme con Estefanía, le dije que no podía acompañarla, pero que a la semana siguiente contara conmigo.

Ese martes y como cada martes, mi mamita tenía encendido un incienso de lavanda, una vela y un Marlboro, en recuerdo de la memoria de mi tata. Nunca supe bien motivo de que cada martes y no otro día hiciera esa especie de ritual, pero ese era el aroma de los martes y yo sabía que ese aroma iba a quedar por siempre grabado en mi memoria, también como ese penoso día.

Había pasado inadvertido por mucho tiempo ese momento hasta hoy, porque ese día en el que le dije que no a mi mamita, fue la última vez que la vi bien, porque el viernes de esa semana le dio un paro cardíaco, estuvo dos días más resistiendo, hasta que el domingo por la noche producto de un nuevo paro y falleció. Me quedé en el hospital todo ese tiempo, no podía con la idea de no verla nunca más, ella era demasiado importante en mi vida, era mi confidente y mi amiga. Siempre tenía las palabras justas, las palabras necesarias para las cosas que me afligieron.

Nunca más fue igual visitar la casa de mi mamita, porque falta ese aroma a martes, faltaba ella. No sé si fue la culpa o su ausencia lo que hizo que nunca más fuera a esa casa, todavía la extraño. Como me gustaría que estuviera aquí nuevamente y tener esas charlas interminables y contarle que tengo una hermosa familia y que mi hija mayor lleva tu nombre.

Y hoy me encuentro este aroma, no sabía bien de donde provenía, me puse a buscar tratando de encontrarlo, después de tanto buscar de donde provenía me di cuenta que unos de los puestos había un incienso de lavanda encendido, en el puesto de enfrente vendían velas de todos colores y tamaños, el Marlboro era el que yo estaba fumando.

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