Historias de Bar 1
Este año me han pasado las cosas más increíbles que le podrían pasar a una persona. He escuchado las historias más fantásticas que jamás pensé que le podrían pasar a las personas.
Recuerdo una de las historias que un hombre me contó. Era un día martes; los martes no hay mucho movimiento en el bar y siempre se da para conversar un poco con los clientes.
Su nombre Alfredo, 39 años, casado tres hijos, arquitecto. Estos datos los obtuve en los primeros 5 minutos de conversación. Es increíble cómo las personas, cuando están con problemas, te entregan una cantidad de información.
Alfredo me contaba que hace a lo menos 2 años que está muy mal con su esposa Clara. El piensa que ella tiene un amante, ya que cuando él la busca para tener intimidad, ella está siempre cansada o con dolor de cabeza. No ve esas ganas que tenía hace algún tiempo.
El me reconoce que en este tiempo ha tenido mucho trabajo, pero que siempre ha tenido tiempo para su esposa, pero ahora, Clara siempre está como distraída, en su celular y sobre todo mucho silencio y me pregunta:
- ¿Cómo se hace para tener a una esposa contenta?
Para mí es un poco difícil responder porque nunca he estado casado y después de todas las historias que he escuchado menos ganas me dan de estarlo, pero le respondo:
- Yo no sé cómo tener a una esposa contenta. Creo que eso es casi imposible, sin embargo, por lo general y casi como regla, siempre hay una esposa insatisfecha.
- Pero yo le doy el gusto en todo lo que quiere, ella es quien administra los gastos de la casa y quien ahorra.
- No me refiero a eso.
- Explícate.
- ¿Cuándo fue la última vez que le regalaste una flor? O ¿Cuándo fue la última vez que la invitaste al cine?
Alfredo hace una pausa y me dice:
- Ella nunca me ha pedido ir al cine.
- ¿Es ella quien debe pedirlo? Y ¿No podrías invitarla tú?
- No tengo idea si le gusta o no.
- Alfredo, no lo tomes a mal, pero tú no haces mucho por tu esposa, sólo esperas que ella te pida y tú no ofreces nada.
- Creo que tienes razón.
En eso paga la cuenta, deja una buena propina y se va.
Pasaron como dos semanas y un martes nuevamente hay una mujer muy guapa que se acerca a la barra, pide un jugo y me pregunta por un tipo con descripciones muy similares a Alfredo y me dice:
- Hace unas semanas estuvo por aquí mi esposo, su nombre es Alfredo.
Yo le digo que algo me acuerdo y le pregunto:
- ¿Será Alfredo, el arquitecto?
- ¡Sí! El mismo. Mi nombre es Clara.
Yo pensaba ¡en que forro me metí! Cuando ella me dice:
- Quería agradecerte porque después de la conversación que tuviste con mi marido, el cambió mucho conmigo. Imagínate que en 12 años de matrimonio jamás me había invitado al cine y al día siguiente lo hizo.
- Me alegra mucho escuchar eso.
- ¡También me llevó una flor y chocolates!.. ¡Volvió a ser el hombre romántico que era cuando lo conocí! Eso sí, al principio pensé que él estaba haciendo eso por la culpa. ¿Tú me entiendes?
- ¡La verdad que no!
- Los hombres cuando empiezan así, de la nada, a tener esa clase de gestos, es porque siempre tienen a otra y lo hacen para despistar o tapar las culpas. Pero yo le pregunté directamente y me contó que "un barman" lo hizo despertar y entender que él era, el que estaba provocando el quiebre de nuestro matrimonio.
- Yo sólo le dije lo que pensaba, nada más.
- Bueno de todas maneras te agradezco.
Me pidió la cuenta del jugo que se tomó y me dejó una muy, pero muy buena propina y me dice:
- Tal vez lo mande más seguido a mi marido a hablar contigo.
Se va, no antes de guiñandome un ojo.