El Milagro de Daniel
Nadie jamás supo qué le pasó a Daniel. Cambió tanto su actitud y forma de ser. Daniel es un niño de 7 años muy servicial, de muy buen genio, jamás renegó de sus deberes, era siempre el primero en salir a la pizarra en el colegio, siempre ayudó a sus compañeritos, era muy ordenado y le gustaba compartir con todos sus amigos, nadie supo bien cuando fue el momento exacto que Daniel cambió. Todo el mundo se sorprendió de tan repentino cambio.
Muchas veces su mamá le preguntaba ¿Qué te pasa hijo?, pero Daniel nunca respondió nada. Comenzó a tener problemas en el colegio y con sus profesores. Se volvió un niño de muy mal genio, ya no hacía sus deberes como antes. Siempre se veía como enojado, eso fue algo que a su papá le preocupó muchísimo, así que un día le dijo a Daniel que lo invitaba al parque a tomar un helado, eso era algo que al pequeño Daniel siempre le había gustado, pero esta vez no quiso ir. Todo era muy extraño.
Un día Daniel se sintió muy mal. Se enfermó y estaba en su cama con mucha fiebre, no quería ni siquiera comer. La mamá de Daniel pasó casi toda la noche con él. Le ponía paños fríos en la frente y en la barriga y le daba mucha agua, para que no se deshidratara. Como las 4 de la mañana, la mamá de Daniel que ya se había dormido junto a él, sintió que Daniel habló. Abrió los ojos y vio que su pequeño hijo estaba junto a la cama arrodillado, con las palmas juntas, rezando y decía: -yo confiaba en ti ¿por qué no me cumpliste?
La mamá de Daniel, se quedó quieta y con los ojos cerrados para escuchar lo que su hijo decía y Daniel prosiguió: -he sido un buen niño, pero aún así no me cumpliste. Yo solamente quería un hermanito para jugar. ¡A veces me siento muy solo! ¡Me engañaste! ¡Hasta creo que no existes! Te escribí la carta como tú lo pides... ¡Pero no me cumpliste!
Fue en ese momento que la mamá de Daniel se dio cuenta que su pequeño hijo había cambiado desde la última navidad. Entendió, por fin, porque su hijo había cambiado tanto de un rato para otro. A la mañana siguiente Daniel ya estaba mucho mejor, era sábado, el día estaba precioso y a pesar de haber estado enfermo casi toda la noche, lo vistió y salieron Daniel, su mamá y su papá.
Esa mañana lo llevaron al parque, comieron helado, pasearon los tres hasta que un momento se sentaron en una banca bajo un árbol y la mamá de Daniel le dice:
- Danielito, hay algo que quiero hablar contigo. El comportamiento que has tenido en este último tiempo no es bueno. Siempre estás enojado y eso nos preocupa mucho. Daniel miró a su mamá, la frente se le comenzó a arrugar, pero no dijo nada, hasta que su papá le dijo: -hijo, te queremos explicar algunas cosas. Lo primero que te quiero decir es que siempre debes contar con nosotros. Te amamos más que a nada en este mundo, eres lo más importante para nosotros. Daniel no le daba mucha importancia a lo que le decían y seguía en silencio con la frente arrugada. El papá seguía hablando, pero Daniel no cambiaba su postura hasta que escuchó: - a Santa Claus le podemos pedir juguetes. El y los duendes los fabrican en el polo norte, pero hay cosas que no le podemos pedir, para eso debes hablar con nosotros. Daniel en un instante pasó de estar enojado a estar desconcertado y preguntó: - y si quisiera un hermanito ¿A quién se lo debo pedir? El papá y la mamá de Daniel se miraron y con mucha pena le dijeron: -Daniel, nosotros no podemos tener más hijos, ¡Tú eres un milagro! Es algo que ahora no podrás entender, pero no te podemos dar un hermano. Daniel pasó de estar enojado a estar triste. A partir de ese día él comenzó poco a poco a ser el mismo de antes. Volvió a ser el mismo niño cariñoso y ordenado de siempre.
Al parecer el papá de Daniel se equivocaba, porque los primeros días de diciembre la mamá de Daniel, se comportaba extrañamente, se sentía mareada, pasaba más en el baño que en el living. La tristeza de Daniel y su anhelo hicieron que el milagro fuera posible. ¡Él logró el milagro! Los padres de Daniel esperaron hasta la mañana del 25 de diciembre para darle la noticia a su pequeño hijo. A su milagro como ellos lo llamaban. Envolvieron en un papel de regalo unos zapatitos chiquititos y como Daniel ya había aprendido a leer, le escribieron una carta que decía:
Hola Daniel, soy tu hermano menor, por extraño que te parezca, estoy en la pancita de mamá, aún no sé si seré tu hermano o tu hermana, pero si estoy seguro que seremos los mejores hermanos de todo el mundo, también quiero decirte que Santa Claus habló personalmente con Dios para concederte el regalo que pediste, ya que el no lo podía hacer. También te manda a decir que nunca más vas a estar solo, que estaremos juntos para siempre. Estoy muy emocionado porque el próximo año, la próxima navidad le haremos juntos la carta a Santa Claus.